SERVICIO SIN PREFERENCIAS Marzo
21
Luego puso agua en una vasija y comenzó a lavar los pies de los discípulos
y a secarlos con la toalla con que estaba ceñido. Juan 13.5
Quizás en algún momento de su vida usted se ha sentido
avergonzado por algún acto de servicio por parte de alguna persona cercana a
usted. Se sentía avergonzado porque usted consideraba que no era digno de lo
que estaba recibiendo. Si este es su caso, podrá entender cómo se habrán
sentido los discípulos en el momento en que Jesús se inclinó y comenzó a
lavarles los pies. Imagine lo incómodos que se habrán sentido al ver al Maestro
realizando un servicio que normalmente estaba en manos del más despreciado
miembro de la casa, el sirviente. Una vez más, Cristo los descolocaba con comportamientos
absolutamente diferentes a los parámetros conocidos en la época.
No es en este acto, sin embargo, que me quiero detener.
La reflexión de hoy gira alrededor de algo que está implícito en el texto.
Cristo ya sabía quién era el que lo iba a traicionar. Sin embargo, al lavarle
los pies a los discípulos, Juan no nos dice que salteó a Judas. Con el mismo
cariño y la misma ternura, le lavó los pies a cada uno de sus discípulos,
incluyendo al que lo iba a traicionar.
Es en este gesto que vemos la más profunda expresión del
amor del Hijo de Dios. Nos cuesta amar y servir a las personas que no nos caen
bien. Amar y servir a los que nos hacen mal, es una sublime expresión del poder
que tiene la gracia de Dios para derretir sentimientos de rencor o amargura
hacia nuestros enemigos.
En este gesto Cristo ilustraba los parámetros
establecidos por la Palabra de Dios para toda manifestación de amor. Él mismo
había enseñado: «Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen,
haced bien a los que os odian y orad por los que os ultrajan y os persiguen,
para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su
sol sobre malos y buenos y llover sobre justos e injustos» (Mt 5.44–45). Su
acto de servicio revela la verdadera dimensión del compromiso con las personas
que estaba formando.
Existe entonces, en esta escena, un principio importante
para nuestras vidas como líderes. En la mayoría de las congregaciones siempre
hay un grupo de personas que se resisten a nuestro ministerio. Una de las mejores
maneras de asegurarnos que sus actitudes no produzcan profundos sentimientos de
amargura en nosotros es escogiendo el camino del amor, expresado en gestos de
servicio hacia ellos. Es posible que nuestro servicio no modifique sus
actitudes. No obstante, una cosa es segura: será imposible para nosotros seguir
albergando en nuestros corazones sentimientos de odio o rencor hacia estas
personas. El servicio que realizamos irá purificando nuestro espíritu y
limpiando toda impureza, para que pueda habitar plenamente en nosotros el amor
de Dios. Bendiga a los que le hacen mal, y observe cómo la gracia de Dios se
manifiesta poderosamente en su propia vida.
Para pensar:
«Así que, si tu
enemigo tiene hambre, dale de comer; si tiene sed, dale de beber, pues haciendo
esto, harás que le arda la cara de vergüenza» (Ro 12.21).
Shaw, C. (2005). Alza tus ojos. San José, Costa Rica,
Centroamérica: Desarrollo Cristiano Internacional.
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