Dios quiere y puede romper las cadenas de su pecado para hacerle libre.
Leer | Hebreos 4.13-16
15 de octubre de 2014
¿Ha quedado atrapado alguna vez en un “ciclo de culpabilidad?” Es decir, confesando un mismo pecado una y otra vez, sin alcanzar la victoria. Pero hay una promesa bíblica que dice: “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1 Jn 1.9, énfasis añadido).
Amigo, Dios mantiene su promesa. Es la persona quien falla —hemos convertido a la confesión en una enumeración rutinaria de nuestras faltas con una actitud de “lamento haber pecado, pero soy débil, y Dios lo sabe”. La verdadera confesión, que significa estar de acuerdo con el Señor en cuanto a nuestro pecado, está unida inseparablemente al arrepentimiento; son las dos caras de la misma moneda. Arrepentirse es apartarse del mal. Al mirar nuestro pecado desde la perspectiva de Dios, veremos un hábito vil y perverso con consecuencias terribles, del cual desearemos huir lo más rápidamente posible.
En términos prácticos, confesar y arrepentirse requiere la decisión deliberada de decir: “Por el poder del Espíritu Santo, me aparto de eso”. Satanás todavía le tentará, y el fracaso seguirá siendo una posibilidad. Pero Dios quiere y puede romper las cadenas de su pecado para hacerle libre.
La victoria puede ser inmediata, o bien, un proceso que requiera cambiar malas decisiones por correctas. En algunos casos, la tentación que tiene que ver con un pecado habitual nunca se marcha. Entonces se hace necesario enfrentar cada día en el poder de Dios. Si usted rechaza el pecado, el poder del cielo estará allí para ayudarle.
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