Jaime compró un juguete para sus nietos. Después de dar una rápida mirada a las instrucciones, puso el folleto a un lado y se dedicó a armarlo. Después de algunas horas de frustración, Jaime leyó humildemente las instrucciones otra vez y siguió los pasos para armar el juguete. Pronto lo tuvo armado, y los nietos se pusieron a jugar alegremente.
Jaime sabía que el fabricante tenía un plan de cómo armar el juguete. Pero él es un hombre inteligente y dio por sentado que podría hacerlo sin ayuda. Muchas personas actúan como Jaime cuando se trata de seguir lo que la Biblia dice. En vez de tratar a la Palabra de Dios como un manual para la vida, le dan un mirada rápida cuando no están seguros de qué hacer después.
La Biblia es el manual del Padre celestial. Enseña a los creyentes quién es Él, lo que piensa, y cómo actúa. Conocer los caminos del Señor garantiza que podemos tomar decisiones sabias que le honran.
Hago hincapié en que debe leerse todos los días, porque los creyentes no podemos ser exitosos o victoriosos espiritualmente sin ella. En el pasaje de hoy, leemos que si una persona quiere ser recta, su vida debe ajustarse a los principios bíblicos. Por supuesto, la única manera de saber cuáles son esos principios es por medio de la lectura, estudio y reflexión de la Palabra de Dios.
La Palabra de Dios es nuestra posesión más valiosa. Ignorarla es tan absurdo como arrojar una billetera llena de dinero. Entre las riquezas de la Biblia están historias que nos enseñan cómo servir al Señor y cómo agradarle. También contiene abundantes instrucciones para tener una vida recta y con propósito.
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