En algún momento todos los cristianos hemos visto a la obediencia como una manera de evitar las consecuencias de la desobediencia, y por eso hemos sentido que es una carga pesada. Cuando Dios, en realidad, lo que quiere es que nuestro camino de fe esté motivado por nuestro amor a Jesucristo, y por el deseo de agradarle. La obediencia tiene que ver con descubrir más acerca de Dios, no con evitar consecuencias negativas.
La razón por la cual asociamos la obediencia a Dios con una carga, es porque le tememos a las decisiones que tendríamos que tomar. Sin embargo, el Señor no nos pide que hagamos más de lo que podemos manejar. Nuestra obediencia en los asuntos más pequeños de la vida nos prepara para asuntos más grandes. Cuando ponemos la confianza en la omnipotencia del Señor, y actuamos según su voluntad, la vida se vuelve emocionante. No debemos tener miedo, porque Dios ya sabe el resultado de nuestra obediencia —y podemos confiar en su promesa (Ro 8.28).
Sabemos que si damos un paso de obediencia, se nos pedirá después que demos otro. Es por eso que andar por fe es tan emocionante, porque cada paso nos lleva a una nueva bendición. Aunque a veces pensemos que las situaciones de las cuales Él se ocupa no están relacionadas, el Señor continuamente nos mueve mediante diversas circunstancias hacia sus planes.
Si tememos a las consecuencias, y evitamos obedecer por nuestra seguridad, privamos a Dios de la oportunidad de demostrar su poder. Las decisiones pequeñas pueden parecer insignificantes, pero ellas conducen a toda una vida de caminar con Dios.
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