Hágase esta pregunta: ¿Qué clase de luz soy? ¿Está su brillo un poco apagado, al punto tal que resulta difícil verlo, a menos que alguien esté prestando mucha atención? ¿O es usted la clase de luz que ilumina todo cuando entra en una habitación? Como cristianos, debemos “brillar” con intensidad, no importa dónde estemos. Aunque una llama sea pequeña, si es fuerte ilumina toda una habitación.
La poca visión puede opacar nuestro brillo, y eso puede hacer que perdamos bendiciones. Antes de aceptar cooperar con el Señor, podemos pensar que tenemos que saber exactamente lo que Él piensa hacer. Pero hemos sido llamados solamente a ser embajadores fieles que confían en que su Espíritu hará el resto de la obra en el corazón de las personas. Dios nos dice: “No me des una agenda; simplemente confía en mí. Observa lo que hago, a mi manera y en mi tiempo, y verás lo que sucede”.
Como creyente, usted es alguien especial. Y como miembro de la familia de Dios, en usted mora su Espíritu; su luz es el resplandor interior que hay en su vida. En cuanto al beneficio para el reino, su vida tiene un potencial inimaginable. No tiene idea de las cosas increíbles que Dios puede hacer —ya sea en el lugar de trabajo, la escuela, o con la familia, vecinos o amigos— por medio de su disposición de hacer brillar la luz de su gran amor.
Si usted se pone de rodillas y ora, diciendo: “Señor, estoy disponible; haz lo que quieras con mi vida, y muéstrame lo que debo hacer”, puede tener la seguridad de que Él le indicará el siguiente paso. Dios está dispuesto y listo para actuar en la vida de cualquier persona que decida estar disponible para Él.
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