Es posible que la inseguridad no nos parezca tan destructiva como el orgullo, la envidia o los celos, pero también puede ser muy peligrosa. La persona que habitualmente se siente insegura puede terminar muy afectada. Los sentimientos de inseguridad pueden desarrollarse a raíz de tragedias, como la pérdida de los padres en la niñez, o crecer en un ambiente violento. A veces nos sentimos inseguros por fracasos que hemos experimentado.
Cualquiera que sea la causa de nuestra inseguridad, los efectos son siempre los mismos. Podemos sentirnos indecisos porque nuestro temor de tomar decisiones equivocadas nos lleva a evitar tomar decisiones del todo. A veces nos cuesta establecer relaciones duraderas porque creemos que no seremos buenos amigos. O podemos mantener distancia de los demás por temor al rechazo; pero la gente, con frecuencia, percibe esto como orgullo o engreimiento.
Tarde o temprano, nos convertiremos en críticos de los demás. Al mismo tiempo, podemos llegar a caer en la trampa de creer que el éxito depende de la aceptación de los demás. La verdad es que Dios tiene una senda especial para cada vida, en la que el éxito no puede medirse por la alabanza humana.
La inseguridad no es algo que podemos confesar y con eso ser libres. Más bien, es un mal que debe ser confrontado por un largo tiempo, y finalmente tomar la decisión de confiar en lo que Dios dice acerca de nosotros, no en lo que el enemigo nos susurra. Mañana veremos cómo Dios hace que recuperemos nuestra seguridad.
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