En este pasaje, el apóstol Pablo habla acerca del amor y su preeminencia sobre las lenguas, el conocimiento, la generosidad y el sacrificio (vv. 1-3). Describe la naturaleza del amor que es sufrido, benigno, humilde y lento para irritarse (vv. 4-7).
Sin embargo, muchas veces batallamos al tratar de poner en práctica este modelo de amor abnegado. Una razón es porque la piadosa expresión del amor no es algo natural para nosotros. El amor perfecto pone los intereses de la otra persona antes que los propios, aunque nuestra inclinación sea poner primero el yo (v. 5).
Otro problema es la tentación de no manifestar amor hasta que los demás se disculpen o cambien su conducta. Recordamos sus ofensas mucho después de haberse producido. Eso no fue lo que hizo nuestro Señor; Él nos amó cuando todavía éramos pecadores, y nos perdonó todo (Ro 5.8; Lc 23.34).
Por otra parte, es más fácil señalar la falta de amabilidad de los demás, que ver dónde hemos fallado. Quizás un amigo nos habló bruscamente, y respondimos con palabras de enojo. ¡Con qué facilidad podemos usar la Biblia para señalar su error, pero qué difícil es reconocer el nuestro!
Somos llamados a amar a Dios, y también a quienes nos rodean (Mr 12.30, 31). Hemos recibido el Espíritu Santo, quien nos ayudará a aprender cómo amar de verdad a los demás.
Experimentar el amor de Dios y demostrarlo a los demás, deben ser dos de nuestros mayores gozos. Aparte tiempo para memorizar los atributos del amor bíblico, y busque las maneras de ponerlos en práctica. En momentos de estrés, piense en la lista, y permita que el poder del amor cambie su sentir.
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