Daniel tuvo la inusual oportunidad de influenciar a cuatro reyes. Su fidelidad a Dios significó en varias ocasiones poner su vida en peligro, pero nunca vaciló en sus convicciones. La historia de su vida nos enseña lo que se requiere de alguien que quiera tener una influencia piadosa en quienes le rodeen.
La confianza plena en el poder del Señor para protegerle y sostenerle, invistió a Daniel con poder para tomar decisiones audaces. Dio malas noticias a reyes, a pesar de que hacer eso podía significar la muerte (Dn 2.26-44; 5. 17-28). Y más aún, desafió una ley que le exigía violar el mandamiento de Dios de adorarlo a Él solamente (6.7-11).
La intención de Daniel no era ser popular; estaba comprometido a hacer lo recto ante los ojos del Señor. Y cuando tuvo que enfrentar las consecuencias de elegir una línea de acción poco popular, lo hizo con un espíritu tranquilo y a la manera de Cristo. Sin ninguna queja, Daniel aceptó el castigo de ser arrojado al foso de los leones —en realidad, él había violado la ley de los hombres.
Es muy tentador pensar que si hacemos lo correcto, debemos ser premiados o al menos protegidos. Pero vivimos en un mundo caído y, a veces, hacer lo correcto traerá castigo sobre nosotros. Nuestra manera de responder a las consecuencias de la obediencia a Dios es, en realidad, tan importante como hacer la voluntad de Dios. Nuestra reacción está siendo observada y evaluada por quienes están dentro de nuestra esfera de influencia, que quieren ver si realmente creemos en nuestra aseveración de que el Señor tiene el control. Dios está usando nuestras experiencias y testimonio para alcanzar a otros para su reino.
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