Jesús sabía lo que estaba a punto de suceder. Sentía que la muerte y la oscuridad se cernían sobre Él, pero no se recluyó con el fin de prepararse para lo que vendría. Por el contrario, el Señor decidió pasar las horas finales con sus amigos alrededor de una mesa con pan, vino y valor espiritual . . . Jesús quería estar cerca de aquellos a quienes “amó hasta el fin” (Jn 13.1).
El evangelista Lucas señala que el Señor y sus discípulos se reunieron en el aposento alto para celebrar la Pascua. Allí, tuvieron una comida conocida como el Séder, cuya liturgia y alimentos simbólicos recordaban cómo Dios había liberado a Israel de la esclavitud en Egipto, aplastado los ejércitos de Faraón, y cuidado de los antiguos esclavos en el desierto, hasta que llegaron a la tierra que Él les había preparado como hogar. En cada Pascua, las familias judías volvían a contar la gran historia de la provisión y del rescate de Dios —un recordatorio de que Dios seguía estando con ellos, de que Él restauraría y sanaría espiritualmente a su pueblo una vez más.
Por eso, la comida de Jesús con sus discípulos contenía todos estos ecos de la historia de Israel, y avivaba de nuevo la fe de los suyos en la garantía de las promesas de Dios. En los días que vendrían después, esos hombres enfrentarían el abatimiento y la turbación. Heridos por el horror de la cruz, temblarían de miedo e indignación. Se aferrarían a la esperanza, a cualquier posibilidad de que la historia que Jesús había comenzado, aún no había terminado. Pero toda esta angustia estaba por venir. Por ahora, Jesús comía y bebía con sus discípulos, y trataba de explicar a sus desconcertados amigos cómo iba a derramar su cuerpo y su vida por la sanidad de ellos.
Al ofrecer esta copa y este pan partido, Jesús sabía que su muerte iba a cumplir lo que el profeta Isaías había anunciado —que serían necesarias sus heridas para que fuéramos curados (Is 53.5). Aunque los discípulos no fueron capaces en ese momento de comprender el significado de sus palabras, nuestro Salvador presentó la promesa de morir y después resucitar de entre los muertos a favor de ellos, y de los que creamos en ella.
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