El Señor se está preparando hacia el momento decisivo cuando este mundo será sustituido por un nuevo cielo y una nueva tierra. Con ese objetivo, Él extirpa todo lo engañoso y perverso, tanto de las naciones como de las personas. Según la Biblia, este proceso se acelerará a medida que se acerque el fin del mundo. Dios quitará todo lo que puede ser sacudido para que permanezcan solo las cosas inalterables (He 12.27).
Los cristianos tienen una morada imposible de cambiar. Cuando decidimos poner la fe en el Salvador, nacimos en el reino de Dios y recibimos una posición nueva y segura “en Cristo Jesús” (Ro 6.11). Ninguna fuerza externa puede destruir el reino, ni esta relación.
Porque, ¿qué poder puede sostenerse delante de nuestro soberano Señor Jesucristo? Todo lo que existe tendrá que someterse a Él. Aunque las guerras hagan estragos, la injusticia se extienda y los gobiernos caigan, Él sigue teniendo el control absoluto. Al hombre se le ha permitido ejercer la maldad para que lo que haya en su corazón sea revelado y sienta la gran necesidad de un Salvador. Hasta el tirano más despreciable tiene la oportunidad de arrepentirse. Pero quienes rechazan su gracia divina serán destruidos juntamente con todo lo que viola el perfecto orden de Dios.
Vivimos en tiempos angustiosos. A medida que las condiciones empeoran, se vuelve más fácil ver el porqué la Biblia llama a Dios fuego consumidor (He 12.29). Él está quemando todo lo que le desagrada. Y lo seguirá haciendo hasta que los únicos que queden sean los justos que estén bajo el señorío de Cristo y esperan su reino en la Tierra.
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