Cuando la vida se complica, tendemos a alterarnos y a preguntarnos cuándo van a terminar los problemas. Pero Dios quiere que nos concentremos en Él en los tiempos de dificultades. Al hacerlo, descubriremos que el Señor está haciendo una obra importante durante las “tormentas”.
Convicciones. En la Biblia está todo lo que necesitamos saber sobre nuestra vida en Cristo. Cuando las circunstancias estén fuera de nuestro control, lo que realmente creemos saldrá a la superficie. La profundidad de nuestra fe en la identidad y las promesas de Dios se hará evidente, lo mismo que cualquier duda que podamos tener. Por ejemplo, José demostró una fuerte convicción cuando reconoció que Dios quiso que sus adversidades fueran para su bien (Gn 50.20). Habrá tiempos en los que no tendremos éxito —como Pedro, cuyo temor lo llevó a negar a Cristo— pero debemos pensar en las pruebas como oportunidades para crecer y aumentar nuestra fe.
Transformación. Como hijos de Dios, debemos vivir de tal modo que seamos un reflejo de Cristo. El Padre celestial puede usar las tormentas de la vida para transformarnos a imagen de su Hijo.
Consolación. Esta bendición no es solo para nosotros, sino también para los demás. Nuestro Padre nos consuela y nos pide que demos a los demás lo que hemos recibido (2 Co 1.3, 4). Los tiempos de aflicción pueden ser producto de nuestros propios errores, de las tretas del enemigo, o del daño que hemos sufrido. Pueden, incluso, ser dispuestos por Dios. Pero, cualquiera que sea la fuente, nuestro Padre celestial los utilizará para nuestro bien y para bendecir a otros. ¿Qué testimonio puede usted darle a los demás?
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