En un mundo lleno de interminables fuentes de opiniones e información, los creyentes necesitamos desarrollar un espíritu capaz de discernir. Si no, ¿cómo sabremos lo que es verdadero? Mucho de lo que vemos y escuchamos está basado en una perspectiva mundana influenciada por Satanás, el padre de mentira. El engaño se encuentra hasta en la esfera religiosa; algunas iglesias mezclan mentiras con cierta cantidad de verdades para lograr que las personas las consideren instituciones cristianas genuinas.
La única manera que tenemos los creyentes de protegernos del engaño es afincándonos en la Palabra de Dios. Cuanto más tiempo pasemos llenando nuestra mente con los pensamientos de Dios, mejor será nuestra capacidad para discernir. Sin embargo, el simple conocimiento de la verdad bíblica no es suficiente. Debemos poner en práctica lo que aprendamos para que se convierta en más que conocimiento intelectual.
El propósito es dejar que la Palabra de Dios se vuelva parte integral de nuestro pensamiento, de modo que ella guíe nuestras decisiones. Además, el Espíritu Santo ha sido dado a cada creyente como Ayudador, cuya tarea es guiarle a toda verdad (Jn 14.26; Jn 16.13). No obstante, usted tiene la responsabilidad de poner la Palabra de Dios en su mente para que Él pueda hacer que la recuerde. Si usted descuida la Palabra, le faltará discernimiento.
¿Qué está dejando entrar en su mente? ¿Es la Biblia una prioridad? A menos que esté alerta, el pensamiento mundano dominará al discernimiento espiritual. Es difícil mantener la perspectiva divina si pasa más tiempo frente al televisor que estudiando la Biblia.
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