¿Quiere saber quién es Dios y qué es lo que a Él más le interesa de usted? Es posible que haya acumulado un montón de información intelectual acerca de la Biblia; eso es importante, pero no es lo principal. Usted puede servir al Señor, que también es necesario. Y puede dar generosamente a la iglesia, otro aspecto importante de la vida cristiana. Pero lo que más importa es la profundidad de su relación personal con Dios. El conocimiento, el servicio y los diezmos nunca podrán sustituir una relación personal con el Señor.
El salmista y rey David entendió esta verdad, la cual lo fortalecía en tiempos de dificultades. Cuando su hijo Absalón trató de apoderarse del trono, huyó al desierto, donde escribió estas palabras: “Mas tú, Jehová, eres escudo alrededor de mí ... No temeré a diez millares de gente, que pusieren sitio contra mí” (Sal 3.3, 6). Él sabía que, aun en esa terrible adversidad, podía contar con la misericordia inagotable del Señor que se derramaba sobre él (Sal 3.8).
En todos los salmos de David, vemos una y otra vez el hambre y la sed que tenía de Dios. Era esa pasión —no su fuerza, carisma o habilidad para comandar un ejército— lo que hizo de él un gran hombre. Y a pesar de que pecó gravemente, la Biblia lo describe como un hombre conforme al corazón de Dios (1 S 13.14; Hch 13.22).
No basta con leer la Biblia, servir en la iglesia y diezmar para la obra de Dios. Él quiere que lo conozcamos personalmente. Si bien las expresiones de nuestra consagración a Él son importantes, ellas deben ser el resultado de una relación con Él. Si primero buscamos conocerlo, lo demás vendrá después.
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