Una de las herramientas más importantes para vencer en las pruebas es la sabiduría. Irónicamente, esta cualidad, que parece tan rara en nuestro mundo hoy, está fácilmente al alcance de los creyentes. La Biblia dice que, simplemente, la pidamos, y Dios nos la dará con abundancia.
Aunque la sabiduría, sin duda, tiene recompensas, viene con un precio. Si le pedimos a Dios que nos haga sabios, Él permitirá las pruebas en nuestra vida. El propósito de ellas no es señalar las fallas de nuestra fe, sino, más bien, ayudarnos a descubrir si somos o no sabios.
Las tentaciones y las dificultades nos permiten discernir nuestro nivel de dedicación al Señor. Cuando pasamos por un tiempo de prueba, sabemos si estamos dispuestos a decir: “No me gusta esto, Dios, y no lo entiendo, pero voy a obedecerte pase lo que pase”. No hay manera de saber si vamos a reaccionar de esa manera, a menos que atravesemos pruebas que evalúen nuestra fe.
Nuestra dedicación al Padre celestial crece cuando tomamos decisiones acertadas a pesar de la oposición, y al obedecer cuando nos resulte molesto hacerlo o las tentaciones sean muy difíciles de resistir. Estos desafíos son semejantes al fuego purificador que nos santifica, y que saca a la superficie los pecados de nuestra vida. Estas situaciones no solo revelan lo que Dios está haciendo en nosotros, sino también pueden poner presión en nosotros si tratamos de silenciar la guía del Espíritu Santo.
Si, por medio de la sabiduría, permitimos que Dios haga su obra en nuestra vida, comenzaremos a experimentar sus bendiciones, ver su poder y sentir su amor de maneras nuevas. ¡Y este nuevo crecimiento produce un gran gozo!
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