El pasaje de hoy contiene un serio mensaje en cuanto a las recompensas celestiales. Pablo compara el trabajo del reino con los esfuerzos de un constructor. Dice que Cristo es el único fundamento sobre el cual debemos construir, pero cada uno de nosotros es responsable de los materiales que utilizaremos. Podemos construir con madera, heno y hojarasca, o con oro y piedras costosas. La obra de toda persona será probada con fuego en el juicio final, para determinar la calidad de los materiales utilizados. Pablo nos dice que si nuestras obras sobreviven a la prueba, recibiremos una recompensa (1 Corintios 3.14).
Para que nuestras obras sobrevivan, debemos aprender a construir con materiales no inflamables. Dios deplora los esfuerzos mediocres. Seremos juzgados, no solo por nuestro “trabajo en la iglesia”, sino también por nuestra manera de manejar otras responsabilidades, entre ellas, nuestra vocación. Esto significa que debemos realizar nuestro trabajo diario con la misma diligencia que mostraríamos al servir al Padre celestial en los asuntos espirituales.
Para lograr esto, debemos evitar prácticas como criticar al jefe, manipular las circunstancias para nuestro beneficio, llegar tarde, dejar el trabajo temprano y usar recursos de la compañía para proyectos personales. Esta es una prueba del cristianismo genuino.
Pregúntese si está siendo auténtico con el Señor. Recuerde que Él sabe la verdad de cada situación y que aborrece la pereza y las cosas mal hechas. Nuestro Padre espera que demos lo mejor, y nos ha dado su Espíritu para santificar nuestros esfuerzos y dar la calidad de trabajo que Él desea.
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