Casi todo el mundo en nuestra sociedad tiene fácil acceso a una Biblia, pero este importante libro muchas veces es dejado en el estante acumulando polvo. Si las personas comprendieran su valor real, apreciarían la Palabra de Dios más que todas las demás cosas en el mundo.
Toda la Biblia ha sido inspirada por el Espíritu Santo, y aunque utilizó hombres para escribir las palabras, cada pensamiento tuvo su origen en Dios mismo (2 P 1.20, 21).
Pensemos en lo mucho que valoramos las cartas que hemos recibido de las personas que amamos. Nuestro aprecio por las Sagradas Escrituras debe ser aún mayor. El Creador del universo, el Dios que tiene la eternidad en su mano, puso por escrito toda la verdad que necesitan sus hijos para vivir con plenitud y gozo, antes y después de la muerte (2 P 1.3). Dios se revela a sí mismo por su Palabra, que es viva y poderosa para transformar nuestra vida (He 4.12).
Además, Romanos 10.17 dice por qué es importante que amemos la Biblia: “Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios”. Es decir, la Palabra de Dios es el medio por el cual es posible la fe salvadora.
¿Cómo es posible que un libro como éste nos resulte tan poco interesante? ¿Tan poco apreciado? Es vital que nos demos cuenta de la preeminencia de su autor, el Señor, y de la manera en que puede impactar nuestra vida. Piense en la última vez que vio una Biblia. ¿Cuál fue su reacción? ¿Tocó sus páginas con respeto reverente, o apenas le dio una mirada? La próxima vez que abra este precioso libro, lea sus palabras, saboree su significado, y pídale a Dios que aplique las lecciones de la Biblia a su vida.
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