Aunque a la mayoría de nosotros nos encantaría tener la heroica fe de las personas mencionadas en Hebreos 11, pocos estamos dispuestos a pasar por el proceso que Dios utiliza para desarrollar esa clase de confianza. Nos encanta leer sobre los grandes logros y victorias de quienes confiaron en el Señor, pero nos acobardamos por lo que dice Hebreos 11.36-38. Ninguno de nosotros quiere pasar por esas terribles situaciones, pero la adversidad es la manera que Dios utiliza para purificar nuestra fe.
Imaginemos al Señor como un experto escultor de pie ante un bloque de mármol. ¡Ese bloque es usted! Imagínese la obra de arte escondida dentro de la roca, y a Él quitando amorosa y cuidadosamente todo lo que no encaja con la obra maestra que está creando.
Una de las primeras cosas de la que se ocupa el Señor es nuestro carácter. Su propósito es conformarnos a imagen de su Hijo, y hay algunos rasgos y actitudes que deben ser quitados para que Dios haga su tarea. Su cincel deja al descubierto raíces de pecado y egoísmo.
Cuando algo o alguien se vuelve más importante para nosotros que el Señor, tenemos un ídolo en nuestra vida. Para protegernos, Dios utiliza la adversidad con el propósito de quitarnos todo aquello en que hayamos confiado, de modo que nos aferremos a Él solamente.
El cincel duele; a veces se siente como si Dios estuviera quitando todo lo que valoramos. A menos que usted entienda el propósito del Señor, pensará que Él es cruel. Pero si confía en Él y se rinde a su moldeadora herramienta, su fe será purificada y fortalecida por la aflicción.
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