Dios promete que cuando enfrentemos tiempos difíciles, Él mantendrá su mirada sobre nosotros. El Señor quiere ser nuestro maestro y guía en medio de la dificultad, pero debemos tener la actitud correcta para reaccionar de acuerdo a sus señales. Es decir, necesitamos:
Tener el anhelo de obedecer solamente la voluntad de Dios. La Biblia compara ese anhelo con el de un ciervo que jadea en busca de agua (Sal 42.1). Así debe ser con nosotros cada vez que esperamos la dirección de Dios, en vez de actuar por nuestra cuenta.
Estar dispuestos a ser enseñados por Dios. Él transformará las pruebas difíciles en oportunidades para enseñarnos, cuando le buscamos para recibir orientación. Ese fue el caso de Ana cuando le rogó que le diera un hijo (1 S 1.1–2.10). Y también el de María y Marta cuando su hermano Lázaro murió (Jn 11.17-27). Necesitamos tener un espíritu dispuesto si queremos aprender lo que Dios quiere enseñarnos. Dios sabe cuál es la mejor manera de infundir sabiduría, y puede elegir el dolor y la dificultad como medios de instrucción.
Rendirse a su voluntad. Antes de darnos a conocer la solución que Él tiene, el Señor nos pide que nos entreguemos a su voluntad. Nos llama a andar por fe, no por vista (2 Co 5.7), y a reconocer que sin Él somos impotentes (Jn 15.5). Confesar nuestro sometimiento a su voluntad es siempre lo mejor.
Las dificultades son una parte desagradable de la vida, pero pueden ser de valor. Muchas veces, lo que quisimos evitar resultó ser justamente lo que necesitábamos. Dios nos pide que tengamos un corazón sensible, un espíritu dócil y una voluntad rendida. ¿Refleja usted estas cualidades?
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