Muchas veces llegamos a creer que no tenemos un propósito verdadero en la vida. Nos levantamos, vamos a trabajar, volvemos a casa y nos ponemos a ver la TV. Después nos vamos a dormir, nos despertamos y comenzamos todo otra vez. ¿Dónde encontramos tiempo en toda esta rutina para llevar a cabo nuestro propósito en la vida?
Este no es el modelo que Jesús nos dejó. Cuando observamos la vida de Cristo, podemos ver claramente que su venida no fue un accidente, ni tampoco que desperdició su tiempo. Él vivió su vida con un claro objetivo.
La Biblia enseña sin ninguna duda que Jesús fue enviado para servir. En Juan 17.18, Jesús dice que Él fue enviado por el Padre. Nuestro Salvador no entró a este mundo dando tumbos. Su venida no fue un accidente o una feliz coincidencia. La idea no es que Jesús simplemente “apareció”. Él fue enviado e introducido al mundo con un propósito.
¿Cuál fue ese propósito? Mateo 20.28 dice que Jesús no vino a conquistar sino a servir. Su vida revela una clara misión, y todo lo que Él hace en los Evangelios apunta hacia ese cuádruple propósito: revelar al Padre, morir por el pecado, salvar a los perdidos y dar vida abundante.
No importa donde Él estuviera, ni con quién estuviera, ni lo que estuviera haciendo, el Señor siempre mantenía puesta su mirada en su plan. Y así como Jesús fue enviado por el Padre, nosotros somos enviados por Cristo para llevar el mensaje de su misión al mundo. ¿Es evidente en la rutina diaria de su vida dicho propósito? Pídale a Dios que le dé claridad y enfoque para servir al Señor hoy.
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