La senda de cada cristiano es única. Pero ciertas etapas del crecimiento deben ser comunes a todos los creyentes. Por ejemplo:
Dios quiere enseñar principios básicos a sus hijos, como un fundamento sobre el cual puedan crecer. Y Él expresa estas verdades por medio de otros creyentes, su Palabra y las circunstancias de la vida.
El Señor nos permite servirle. Fuimos creados para hacer buenas obras, y esto se vuelve evidente a medida que los cristianos crecen y usan sus talentos para glorificar a Jesús (Ef 2.10).
Dios nos permite experimentar “frustración por insuficiencia”. El orgullo y la confianza en uno mismo son amenazas para el crecimiento espiritual. Por tanto, nuestro Padre celestial nos lleva a un punto en el que nos damos cuenta de que no podemos hacer nada sin la gracia y el poder de Dios.
Para lograr que la libertad sea una realidad, el Padre hará que sus hijos se enfrenten a lo que los tienen cautivos. Muchas veces arrastramos heridas, temores y otro “bagaje” desde la niñez, y no sabemos cómo superarlos. Dios nos permite que enfrentemos esos problemas con su ayuda. Cuando le entregamos nuestros problemas y buscamos su perspectiva, Él actúa para liberarnos.
El Señor nos enseña cómo vivir la “vida transformada” (Gá 2.20). Nuestra naturaleza pecaminosa ha sido crucificada con Cristo, y la vida del Salvador se expresa a través de nosotros cuando nos rendimos a la influencia del Espíritu.
Quizás pueda notar un aspecto en el que Dios necesite todavía trabajar en su vida. Ríndase al Espíritu Santo, y pídale que le ayude a ser más como Cristo.
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