¿Alguna vez se ha preguntado por qué algunos creyentes nuevos parecen remontarse en su nueva relación con el Señor, mientras que otros caen en picada después de unas pocas semanas? Examinemos a qué se debe la diferencia.
Quienes hemos sido cristianos por largo tiempo, podemos olvidar que la salvación implica un cambio, no solo en el estilo de vida, sino también en la manera de pensar y entender. Poco después de encontrarse con el Señor en el camino a Damasco, Pablo se retiró a Arabia por un tiempo. Antes de que el apóstol pudiera comenzar su ministerio, su mente tenía que ser reprogramada, por lo que necesitaba aprender del Señor (Ro 12.2). Veamos algunos términos que ayudan a explicar lo que se entiende por “ser salvo”:
Nacido de nuevo (Jn 3.3; 2 Co 5.17). El nuevo nacimiento significa una vida nueva. Implica empezar de nuevo; la vieja vida no es renovada, es reemplazada por una nueva.
Convertido (1 Ts 1.9). Convertir algo significa cambiarlo, como el dinero que se cambia de una divisa a otra, o la energía que ha sido cambiada de una forma a otra. La vida cristiana debe generar un cambio.
Recibir a Cristo (Jn 1.12). Pensamos, por lo general, que la salvación es algo que Dios nos da, pero es más que eso. Cuando alguien pone su fe en Cristo, le da la bienvenida al Señor para que viva en su corazón.
Piense en cómo pensaba y vivía antes de conocer al Salvador. ¿De qué maneras ve un cambio genuino? Pídale a Dios que le revele los aspectos de su vida en la que la vida de Cristo necesita volverse más evidente.
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