Pensemos en el esposo que no se comunica con su esposa, a menos que quiera que ella haga algo para él. Si solo habla con ella cuando tiene una necesidad, entonces la esposa no está siendo amada; está siendo utilizada.
Pero, ¿no tratamos a menudo a Dios de la misma manera? Hacemos petición tras petición, pero no le expresamos nuestra admiración y alabanza. ¿Con qué frecuencia buscamos al Señor para que nos conceda nuestros deseos egoístas?
Primera de Pedro 2.9 dice que el pueblo de Dios debe “[anunciar sus] virtudes”. Nuestras preocupaciones son de gran importancia para Él, pero también quiere que lo busquemos con un corazón ferviente, no con una actitud egocéntrica.
Usted pudiera preguntar: “¿Qué objeto tiene la alabanza?”. Cuando usted comienza a exaltar al Señor, su enfoque se desplaza hacia Él. Entonces empezará a recordar las maneras como Él ha impactado su vida. Como dice Salmo 105.5: “Acordaos de las maravillas que él ha hecho”.
Alabar al Padre celestial es uno de los temas principales que se encuentran en todas las Sagradas Escrituras. Se nos dice que lo hagamos con alegría (Sal 100.1), a lo largo del día (Sal 113.3), y en presencia de otros (Sal 108.3; Sal 111.1). El Señor nos creó realmente para alabarle.
Dedique un tiempo hoy para reflexionar en la poderosa obra de salvación del Señor en su vida. En vez de venir con una lista de peticiones, simplemente alabe al Padre por su fidelidad y su justicia. Si su corazón está lleno de alabanza, sus preocupaciones se disiparán y tendrá la confianza de que Dios proveerá para sus necesidades en el tiempo que Él disponga.
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