Hoy nos encontramos con Epafras, un hombre que tenía un corazón que amaba a la iglesia local. Probablemente se convirtió a Cristo bajo la enseñanza de Pablo cuando el evangelio se extendía rápidamente por Asia Menor. Epafras evangelizó su ciudad natal de Colosas y fundó allí una iglesia; y posiblemente también iglesias en Hierápolis y Laodicea.
Aunque se dice muy poco sobre Epafras en el Nuevo Testamento, la carta a los Colosenses pone de relieve su gran amor y su profunda preocupación por la iglesia de Cristo (Colosenses 4.12, 13). Al final de la carta, Pablo dice que Epafras está “siempre rogando encarecidamente por vosotros en sus oraciones, para que estéis firmes, perfectos y completos en todo lo que Dios quiere” (Colosenses 4.12).
Lo que Epafras pedía no era un número mayor de miembros, ni tampoco una ofrenda más grande, sino madurez espiritual y conocimiento verdadero de la voluntad de Dios. En ese momento, Epafras estaba en la cárcel con Pablo (Fil 1.23) sin poder refutar a los falsos maestros que se habían infiltrado en la iglesia en Colosas. Pero, estar separado de su congregación no significaba que estaba en una condición de impotencia. La intercesión es un ministerio poderoso. Puede alterar las circunstancias, cambiar la manera de pensar y sacar la verdad de Dios a la luz. Epafras oraba de rodillas por la iglesia y Pablo se unía a él, lo cual vemos en su oración en Colosenses 1.7, 9-14.
¿Tiene usted un corazón apesadumbrado? ¿Se siente impotente para remediar la situación? Si es así, siga el ejemplo de Epafras y Pablo: vaya a Aquel que sabe exactamente qué hacer y que tiene el poder de lograrlo. Después, descanse en Él y deje que la paz de Dios guarde su corazón y su mente.
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