Romanos 8:28
Las epístolas del Nuevo Testamento emplean los términos llamados y llamamiento respecto a la obra soberana y regeneradora de Dios en el corazón de un creyente que lo lleva a la vida nueva en Cristo. Todos los llamados de Dios son escogidos y redimidos por Él y finalmente glorificados. Sin duda los ha predestinado a que sean sus hijos y a que sean conformados a la imagen de su Hijo.
Aunque la fe humana es esencial si hemos de estar entre los llamados, es aun más esencial que Dios inicie nuestro llamamiento a la salvación. La elección de Dios no solo precede a la elección del hombre, sino que hace posible y eficaz la elección del hombre. “Ninguno puede venir a mí [Cristo], si no le fuere dado del Padre” (Jn. 6:65).
En primer lugar, el llamado de Dios para los redimidos es de una vez por todas. En segundo lugar, ese llamado continúa hasta que el cristiano sea finalmente glorificado. Eso debe emocionarnos y animarnos a imitar la resolución de Pablo de proseguir “a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (Fil. 3:14).
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