CUANDO LA CRISIS AZOTA Marzo
13
David se angustió mucho, porque el pueblo hablaba de apedrearlo, pues el
alma de todo el pueblo estaba llena de amargura, cada uno por sus hijos y por
sus hijas. Pero David halló fortaleza en Jehová, su Dios, y dijo al sacerdote
Abiatar hijo de Ahimelec: «Te ruego que me acerques el efod». Abiatar acercó el
efod a David, y David consultó a Jehová. 1 Samuel 30.6–8
David había salido a pelear junto a los filisteos, pueblo
con él cual se vio obligado a morar luego de sufrir más de diez años de
persecución por parte de Saúl. Mientras estaban David y sus hombres lejos de
casa, vinieron a saquear su pueblo y se llevaron cautivos a las mujeres y
niños. Cuando los guerreros regresaron a casa se encontraron con un cuadro
verdaderamente desolador, el cual produjo en ellos una genuina amargura.
Quien ha asumido responsabilidades frente a otros se va a
enfrentar ocasionalmente a situaciones de profundas crisis que pueden tener
consecuencias devastadoras para el grupo. Esto es parte de la realidad que le
toca vivir a cada líder. Y en algunas pocas situaciones, los seguidores
cuestionarán duramente al líder y hasta contemplarán medidas drásticas contra
su persona. Los hombres de David querían matarlo.
En situaciones de crisis siempre afloran en nosotros las
reacciones más carnales. Nos lamentamos por lo ocurrido. Nos preocupamos por
las posibles consecuencias. Cuestionamos los pasos que nos llevaron a la
crisis. Nos enojamos con los que están más cerca nuestro. Buscamos a quién
echarle la culpa. Nos apresuramos en tomar decisiones imprudentes. Todas estas
cosas rara vez contribuyen a una solución.
Cuán instructivo resulta, entonces, observar el
compartimiento de David en esta grave crisis que le tocó enfrentar. En primer
lugar, note la reacción instintiva de un hombre acostumbrado a caminar con
Dios: «David halló fortaleza en Jehová, su Dios». El hombre maduro debe
inmediatamente procurar, en tiempos de crisis, acercarse a la única persona que
puede darle la perspectiva correcta de las cosas, devolviéndole el equilibrio y
la tranquilidad en medio de la tormenta: Dios mismo. David, como lo había hecho
siempre, no se demoró en buscar del Señor la fortaleza que no poseía en sí
mismo.
En segundo lugar, habiendo estabilizado sus emociones y
fortalecido su espíritu, David no se puso a estudiar la situación para ver cómo
podía salir de ella. Llamó al sa-cerdote para buscar de parte de Dios, una
palabra específica para este grave revés. Sabía que, en última instancia, no
importaba su propia opinión, ni tampoco la opinión de sus hombres. Sí era de
extrema importancia recibir instrucciones del que verdaderamente controla todas
las cosas. El resultado fue que David no solamente fue fortalecido, sino que
también se le dieron los pasos apropiados para recuperar todo lo que habían
perdido y se logró, de esta manera, una importante victoria para todo el grupo.
Aunque son momentos difíciles de transitar, no pierda
nunca de vista que algunas de las lecciones más dramáticas e impactantes en la
vida de sus seguidores vendrán cuando ellos tengan la oportunidad de observarlo
en situaciones de crisis. Es allí donde aflorará lo mejor -o lo peor- que hay
en su corazón.
Para pensar:
¿Cómo actúa en situaciones de
crisis? ¿Cuáles de estas reacciones contribuyen a empeorar el problema? ¿Qué
cosas puede hacer para manejarse con mayor sabiduría en tiempos de crisis?
Shaw, C. (2005). Alza tus ojos. San José, Costa Rica,
Centroamérica: Desarrollo Cristiano Internacional.
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