DISCERNIMIENTO EN LAS CIRCUNSTANCIAS Marzo 8
He pasado junto al campo del perezoso, y junto a la viña del hombre falto
de entendimiento, y he aquí, estaba todo lleno de cardos, su superficie
cubierto de ortigas, y su cerca de piedras derribada. Cuando lo vi, reflexioné
sobre ello; miré, y recibí instrucción. Proverbios 24.30–32 (NVI)
La situación que describe el autor de este versículo
seguramente con frecuencia se veía por los caminos de Israel. Muchos pasarían
por este mismo lugar y verían el estado de dejadez del campo. Verían el
deterioro con cierto asombro, pero luego seguirían por sus caminos. El autor,
como dice una traducción, «guardó en su corazón lo observado». Es decir, trató
de descifrar el significado que tenía el triste cuadro que había contemplado.
Intentó ver más allá de lo visible, para entender los principios de vida que
delataban esa escena de deterioro. Tales lecciones no están a la vista de los
que pasan por la vida apurados, concentrados solamente en sus cosas. Solamente
se pueden discernir cuando uno añade al proceso de observación un riguroso
ejercicio de reflexión. En el caso del esfuerzo del autor de Proverbios, está
reflexión dio fruto y recibió «instrucción».
Lo que está a nuestro alrededor puede brindarnos valiosas
lecciones para nuestro propio andar, y es este el verdadero valor de ser
observador. El ejercicio de reflexionar nos libra de simplemente menear la
cabeza frente a la falta de responsabilidad del vecino, o de darle rienda
suelta a las críticas que no edifican ni aportan nada a la situación.
Tristemente, sin embargo, nuestras observaciones muchas veces no producen más
que estos magros resultados.
La reflexión bien llevada puede ser una actividad
sumamente provechosa, cuando busca aprender de las variadas situaciones que nos
presenta la vida. Sin duda este es un tema recurrente en Proverbios. En el
primer capítulo, el autor señala que «la sabiduría clama en las calles, en las
plazas alza su voz; clama en las esquinas de las calles concurridas; a la entrada
de las puertas de la ciudad pronuncia sus discursos» (1.20–21 - LBLA). Los
cuatro lugares mencionados -la calle, las plazas, las esquinas y las puertas de
la ciudad- son aquellos lugares donde se llevaban a cabo las actividades de la
vida cotidiana. En medio de estas actividades, una persona podía descubrir
muchas lecciones valiosas para la vida, que es la esencia de lo que significa
ser sabio. Es un error creer que solamente se aprende dentro del marco de un
aula o asistiendo a algún evento especializado en ese tema. La sabiduría está a
disposición de todos los que tienen ojos para ver y un corazón dispuesto a
meditar en lo que ven a su alrededor.
Para pensar:
«Es mejor adquirir sabiduría
que oro. El oro le pertenece a otro, pero la sabiduría puede ser nuestra. El
oro solamente sirve para el cuerpo y este tiempo presente, pero la sabiduría es
para el alma y la vida eterna». Matthew Henry.
Shaw, C. (2005). Alza tus ojos. San José, Costa Rica,
Centroamérica: Desarrollo Cristiano Internacional.
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