Lo que comienza como una sencilla comparación entre nuestra vida y la de otra persona puede rápidamente llegar a ser un problema terrible. Los celos son como una bola de nieve que se hace cada vez más grande, y sus consecuencias suelen ser devastadoras.
La confusión, ansiedad y resentimiento pueden inundar a un corazón envidioso y distorsionar los pensamientos, hasta que sea casi imposible mantener el plan de Dios a la vista. Nuestro enfoque viene a ser lo que no tenemos, lo que nos lleva por el paralizante camino del resentimiento hacia otras personas que tienen el objeto o la cualidad que nosotros deseamos. Luego, el temor a no dar la talla puede dominar nuestros pensamientos, dando lugar a un comportamiento irracional y a relaciones rotas. Además, la envidia deshonra al Señor. Aunque Él tiene un hermoso plan para cada uno de sus hijos, los celos dicen: “Yo me merezco más de lo que me has dado; por tanto, no creo que me estás dando, en realidad, lo mejor”.
Si usted detecta señales de envidia en su vida, arrepiéntase. Aprecie lo que Dios está haciendo en la vida de la otra persona, y no se enfoque en la suya. Dele gracias por la forma como Él está bendiciendo a la otra persona, y pídale que ponga amor en su corazón por ella. Luego, vuelva a centrar su atención en la obra que el Padre celestial está haciendo en usted. Por último, memorice y medite en los versículos de hoy.
Si usted siente celos, está perdiendo lo mejor que Dios le tiene. No espere más para encarar ese pecado que crecerá si no le hace frente. Dios tiene el poder para ponerle fin a los celos que hay en su corazón.
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