Quienes pidan, recibirán. Quienes busquen, encontrarán; y quienes toquen puertas, se les abrirá. De modo que hay que pedir, buscar y tocar.
El Señor quiere que oremos, no solo porque eso le honra, sino también porque nos ayuda a crecer más profundamente en nuestra relación con Él. Además, la oración nos permite participar de su obra en el mundo. En todo momento podemos orar por alguien en cualquier lugar del mundo, y confiar en que el Señor de todo el universo nos escuchará y responderá de la manera más efectiva.
Por esta razón, la oración es una de las mejores maneras de involucrarse en el trabajo de Dios. ¡Qué maravilloso privilegio es poder participar en la expansión del reino de Dios, pidiendo al Señor que ayude a sus hijos a influir poderosamente en su creación!
Otra razón por la que el Señor nos enseña a orar es para edificar nuestra fe en Él. Aun el hombre pecador da regalos a sus hijos. ¡Cuánto más nuestro Dios santo se goza en dar cosas buenas a quienes le pidan! (Mt 7.11). Él se complace en ayudarnos a crecer en la fe, a medida que aprendemos de su Palabra, estamos conscientes de su presencia y permitimos que sus pensamientos y caminos sean los nuestros. El Señor también se deleita en responder nuestras oraciones y en ver cómo nos volvemos más audaces en nuestro andar y testimonio.
La Palabra de Dios nos dice que Él es fiel, porque el Señor no puede negarse a sí mismo (2 Ti 2.13). Asegúrese de apartar tiempo cada día para hablar con el Señor y escucharle, y así aprender la verdad acerca de Él.
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