La soledad puede ser un problema para toda la vida, o algo que dure poco tiempo. La duración la determina, muchas veces, la manera como la manejemos. Volvernos al Señor puede ayudarnos a encontrar la manera de superarla.
Admita sus sentimientos de soledad. Ser creyentes no nos impide experimentar la sensación de soledad. De hecho, muchos salmos de David hablan de su anhelo de tener compañerismo. Si le expresamos nuestros sentimientos al Padre celestial y clamamos por su toque, Él nos responderá (Sal 91.15). Yo le digo a Dios con frecuencia que necesito su abrazo. Y su respuesta es tan real, como si un ser humano me estrechara entre sus brazos.
Cultive amistad con personas que aman a Dios. Debemos pedir a Dios que nos dé personas que nos dirijan a Él en los buenos y en los malos momentos. Son esos amigos que ven nuestras faltas y nos siguen queriendo. Por ejemplo, uno de mis amigos más queridos dice a menudo en son de broma, refiriéndose a mí: “Charles nunca espera que lo entiendan, simplemente que lo amen”.
Ancle su vida a las Sagradas Escrituras. Si nos aferramos a la Palabra de Dios en nuestros momentos de soledad, terminaremos teniendo un mejor conocimiento del Señor. Antes de predicar el primer sermón de mi vida, mi madre me compartió Josué 1.9 para que recordara que debía esforzarme y ser valiente, porque Dios estaría conmigo siempre. Este sigue siendo el versículo que busco cuando necesito ayuda.
Si usted está luchando con sentimientos de soledad, clame a Dios por ayuda. Él estará con usted para acompañarle.
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