A pesar de que la tecnología nos permite mantenernos conectados, no hemos resuelto el problema de la soledad. Muchas personas se sienten aisladas de quienes las rodean. La verdadera solución para sanar el profundo dolor de la soledad es una relación íntima con Dios.
Cuando Dios iba a crear a Adán, dijo: “Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza” (Gn 1.26). Un punto de semejanza con el Señor es el deseo y la capacidad de relacionarnos con otros. Además, fuimos creados para tener comunión con Dios.
Adán y Eva tenían una estrecha relación con el Señor, quien pasaba tiempo con ellos en el huerto del Edén. Pero la desobediencia de la pareja creó un distanciamiento en la relación, porque Dios es santo. Él no puede permitir nada pecaminoso en su presencia. Después que el pecado entró en el mundo por medio de la primera pareja, toda persona está manchada por él y, por tanto, separada del Señor. Por esa razón, Dios hizo un puente para salvar la brecha que había entre Él y la humanidad.
Jesucristo tomó sobre sí nuestras transgresiones y murió en la cruz, lavando así la mancha del pecado. Todo el que confía en su sacrificio para perdón de pecados cruza ese puente formado por la cruz. Todo nuevo creyente es reconciliado, es decir, restaurado de inmediato a una correcta relación con Dios.
Tener una relación con el Señor significa que nunca estamos solos (Dt 31.6). Es posible que, en ocasiones, sintamos un poco de soledad, pero siempre tendremos un amigo con quien podemos hablar.
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