Los padres tratan normalmente de dar a sus hijos todo lo que necesitan, con la esperanza de que se conviertan en adultos exitosos. Como cristianos, queremos especialmente ayudar a nuestros hijos a crecer en el conocimiento de Dios y de su Palabra, en el amor a Jesús, en aprecio por su iglesia y en el deseo de servir al Señor. Los niños tienen, con frecuencia, mucho entusiasmo por las cosas del Señor. Pero, a medida que crecen, a veces se alejan de la fe.
Sansón es un ejemplo de ese triste alejamiento. Tuvo una educación que le enseñó acerca de Dios, pero, al final, la tentación sexual se convirtió en demasiado atractiva para él.
La Biblia revela varias ocasiones en las que Sansón cedió a su deseo. Por ejemplo, deseó a una mujer pagana de Timna; y, a pesar de la advertencia de sus padres, violó el mandamiento de Dios al casarse con ella (Jue 14.1-3). Un segundo incidente casi lo llevó a la muerte; se salvó solo por su fuerza sobrenatural (Jue 14.12-20). Quizás el ejemplo más trágico fue la traición de Dalila, la mujer impía a la que amó. La lujuria de Sansón le impidió verla tal cual era. Como resultado, fue capturado, y los filisteos le sacaron los ojos.
Si no nos controlamos, el pecado se infiltrará y dominará nuestra vida, y afectará a otros. El primer paso hacia el éxito es reconocer nuestras debilidades. Después, aceptar que somos impotentes para vencerlas sin ayuda. Por último, es importante admitir la suficiencia de Dios para salvarnos. Al final, Sansón reconoció su necesidad de Dios, y le pidió fuerzas para vengarse de los filisteos (16.28). Si acudimos al Señor, como Sansón, podremos obedecerle y tener la victoria.
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