Hagamos un pequeño juego. Imagínese que usted es un soldado en tiempo de guerra. Tuvo el entrenamiento básico, aprendió a usar las armas de guerra, memorizó todas las estrategias importantes del combate y se está dirigiendo a la batalla.
Usted ha visto la guerra en los medios informativos. Sus amigos ya han sido enviados, y ahora usted se encuentra en las líneas del frente viendo las explosiones y la desolación a su alrededor. Sabe, sin duda alguna, que hay un enemigo que quiere destruirle.
Imagínese ahora que un compañero de milicia llega donde está usted, y le dice: “En realidad, no creo que haya un enemigo allí. Pienso que eso es un mito, o quizás una metáfora. No es real”.
¡Qué ridiculez! Allí, en medio de la batalla, con camaradas caídos y las municiones utilizadas cubriendo el campo de batalla, ¿cómo puede una persona inteligente no reconocer la presencia del enemigo? Resulta inconcebible.
Sin embargo, esta misma situación es la que está teniendo lugar en las iglesias alrededor del mundo. A pesar de la evidencia de la guerra y de la clara y específica naturaleza de los ataques, un sorprendente número de cristianos no cree en la existencia de Satanás. Lo cual es un terrible error.
Hay un enemigo muy real y personal acechándole ahora mismo, esperando la oportunidad para destruirle por completo. Si usted quiere crecer y madurar en la vida cristiana, debe entonces tomar con seriedad esta batalla.
¿Está usted preparado? Póngase su armadura espiritual, y siga al Señor en la batalla. Él está a su lado.
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