¿Qué lugar ocupa la oración en su agenda diaria? No estoy hablando de los momentos en que ora cuando se dirige al trabajo o mientras desayuna, sino en las ocasiones que está a solas con Dios —usted y Él solamente. Aunque la oración en cualquier momento es buena, también necesitamos tener un lugar y un tiempo determinados para encontrarnos con el Señor cada día.
A pesar de que era el Hijo de Dios, Jesús reconocía la importancia del tiempo de oración a solas. No hacía nada por iniciativa propia, sino que vivía en dependencia del Padre; actuaba solo cuando el Padre le comunicaba sus instrucciones. En la lectura de hoy, no sabemos exactamente por cuáles cosas oró Jesús, pero cuando los discípulos interrumpieron su tiempo de oración matinal, era obvio que había recibido la dirección de su Padre para ese día —ir “a los lugares vecinos” para predicar.
Jesús fue el ejemplo perfecto de una vida guiada por el Espíritu, y la oración jugaba un papel vital. Puesto que hemos de seguir su ejemplo, ¿no tiene sentido que nos reunamos con Dios cada mañana temprano en preparación para el día? Este es el momento para poner nuestras preocupaciones a sus pies, buscar dirección para el día, confiar en Él en cuanto a provisión y protección, e interceder por otras personas.
Aunque muchas cosas exigen nuestro tiempo y atención, no podemos permitirnos descuidar la oración. El fruto de no orar es la debilidad espiritual, necesidades no satisfechas, ansiedad e ingratitud. Pero si hacemos de la oración una prioridad, tendremos un fundamento firme para enfrentar todo lo que se nos presente.
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