En el pasaje de hoy, Jesús conecta la oración y la fe. Sabemos por otros pasajes de la Biblia que, a menos que nuestras oraciones estén acompañas de fe, no debemos esperar recibir nada del Señor (Stg 1.6, 7). Pero, ¿cuál es la base de nuestra fe? ¿Hemos de creer que Dios nos dará cualquier cosa que pidamos?
Jesús comenzó diciendo: “Tened fe en Dios” (Mr 11.22). La confianza en el Señor es la base de la oración. Si nuestras peticiones no concuerdan con sus enseñanzas, no debemos esperar una respuesta favorable. Tampoco debemos esperar recibir si el motivo es nuestro propio deleite (Stg 4.3). Como lo demuestra la oración de Jesús en el huerto de Getsemaní, la confianza verdadera en Dios dice: “Pero no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Lc 22.42).
Primera de Juan 5.14, 15 nos dice que podemos contar con que Dios responderá las peticiones que sean conformes a su voluntad. Por tanto, nuestras oraciones deben estar ancladas a la Biblia ya que sin ella no conocemos la voluntad de Dios. Pero a medida que llenamos nuestra mente de la Palabra de Dios, nuestros deseos y peticiones comienzan a alinearse con su voluntad. Cuando sea así, podremos esperar recibir lo que pidamos. Y en los casos que no estemos seguros de su voluntad, el Espíritu intercederá por nosotros (Ro 8.27). Incluso los obstáculos en nuestra vida no son un problema para el Señor. Nada en armonía con su propósito será imposible para nosotros.
Dios no hace oídos sordos a las súplicas de sus hijos. Como un Padre celestial amoroso, Él protege, provee, guía y cuida de nosotros. Y ha demostrado su amor al enviar a su Hijo. Sin duda, podemos confiarle todas nuestras otras preocupaciones.
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