El primer capítulo de Apocalipsis nos da una descripción condensada del Señor. En el versículo 5 Juan resume la maravillosa identidad de Jesucristo:
Jesucristo es el testigo fiel. Vino al mundo para revelar más plenamente el carácter y los caminos del Padre (Jn 14.9). Los milagros que realizó validaron su afirmación de ser el Hijo de Dios.
Jesucristo es el primogénito de los muertos. El Salvador llevó nuestros pecados y murió en la cruz, fue sepultado y resucitó el tercer día. Su resurrección demostró que la vida eterna es posible para nosotros; eso fue lo que enseñó cuando dijo: “El que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá” (Jn 11.25).
Jesucristo es el soberano de los reyes de la Tierra. El Señor da y también quita el poder a los hombres (Jn 19.11; Ro 13.1). Y los creyentes tienen acceso a una autoridad superior a la de los seres humanos. En el trono celestial, podemos rogar a Dios por nuestras naciones y acoger sus promesas.
Jesucristo nos ama, y nos libertó de nuestros pecados por su sangre. El Señor siempre está presente, pero ha liberado a los creyentes del pasado que han vivido (Ap 1.5). Tanto el castigo por el pecado, como el poder del mismo, han sido eliminados.
Cuando la gente le haga preguntas acerca de Jesucristo, preséntelo con esta minibiografía. Con unas pocas frases, el apóstol Juan describe el carácter, la divinidad y la autoridad del Señor con absoluta confianza. Lo mismo debemos hacer nosotros, porque adoramos y servimos a un Salvador grandioso.
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