Como vimos ayer, el desánimo es un problema frecuente. Comenzará con una mente desenfocada, pero puede convertirse fácilmente en acusación a los demás y llevar a la persona a regodearse en su ira. Por desgracia, sus efectos no terminan aquí.
Para empezar, si usted considera que la persona que le falló es la causa de todos sus problemas, eso podría distanciarla de ella, o incluso ponerle fin a la relación. Además, cuando alguien deja que la frustración crezca sin ser resuelta, el resultado es una gran pérdida de la autoestima. Esto, obviamente, puede ser un serio golpe para su servicio al Señor y para sus relaciones con los demás, ya que a nadie le gusta estar cerca de personas criticonas y amargadas. A medida que crecen estas presiones, habrá efectos visibles en su vida personal. Si usted deja que su mente piense de acuerdo con el desánimo, sus palabras y sus acciones lo revelarán.
Pero la consecuencia más importante del desánimo será un peligroso extravío en su vida espiritual. Dios le parecerá distante, insensible o incluso hasta ausente, porque usted ha levantado unas murallas muy altas a su alrededor. Las cosas que antes eran los pilares de su vida, como la adoración, el estudio de la Biblia y la oración, se quedarán fácilmente a mitad de camino. Muy pronto, a usted le rodearán solo sus frustraciones y su negatividad.
El desánimo puede destruir las relaciones y la productividad de un creyente. No permita que las frustraciones se intensifiquen y afecten su vida. El Salmo 40.2 es un recordatorio excelente de que el Señor puede sacarle del lodo cenagoso, poner sus pies sobre peña y enderezar sus pasos.
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