Cada vez que ocurre un gran desastre surgen preguntas legítimas: ¿Por qué permitió el Señor que sucediera? ¿No pudo haberlo impedido? La magnitud de la muerte y la destrucción causada por terremotos, tsunamis e inundaciones alteran nuestras ideas y nos hacen buscar explicaciones en cuanto al sufrimiento.
Muchas veces respondemos a nuestras preguntas según nuestra relación con Dios. Quienes no conocen al Señor no tienen ningún marco de referencia para entender cómo actúa Él. Pero los creyentes en Cristo tenemos la Biblia como guía cuando luchamos con estos asuntos. No obstante, nuestra perspectiva está determinada por nuestro conocimiento de la Palabra de Dios. Quienes tienen una comprensión limitada de las Sagradas Escrituras pueden llegar fácilmente a conclusiones equivocadas.
Debemos evitar obligar a Dios a actuar como creemos que debería hacerlo. El Señor nunca se quedará dentro de los parámetros que nosotros le fijemos. Puesto que somos mortales, terrenales y pecadores, tenemos una perspectiva y una comprensión de la vida muy limitadas. Pero nuestro Creador eterno, inmaculado, soberano y omnisciente ve y sabe lo que nosotros no podemos comprender.
Debemos asegurarnos de que nuestra perspectiva de Dios en los desastres naturales provenga de la Biblia, no de nuestra limitada perspectiva. La Biblia nos habla del amor, la fidelidad y la sabiduría del Señor. Cuando no podamos entender sus caminos, la fe en su misericordia deberá ser nuestro fundamento.
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