Con sus ojos espirituales preparados para ver la gloria de Dios, José perseveró en sus grandes pruebas.
Leer | Génesis 50.18-21
12 de junio de 2015
Si alguien tuvo muchas oportunidades para estar amargado por las pruebas de la vida, ese fue José. Sus hermanos lo trataban con desprecio, aun antes de que lo arrojaran a un pozo. Después, fue vendido como esclavo, llevado a un país extranjero, culpado de un delito que no cometió, y enviado a una cárcel —todo eso dentro de un período relativamente corto de tiempo. Pero, a pesar de las muchas injusticias que sufrió, se convirtió en un hombre con una celosa ética de trabajo y un espíritu afable.
Es casi imposible entender cómo podía José ser tan perdonador, pacífico e incluso gozoso. Su secreto para mantener la afabilidad bajo presión era su mirada constante en Dios. Debió haber pasado muchas horas recordando las historias de Jacob en cuanto a la fidelidad del Señor para con su familia, y también las revelaciones divinas sobre su futuro como líder (Gn 37.8, 9).
Imagine en qué clase de hombre podía haberse convertido José después de trece años de sufrimientos e injusticias. Si se hubiera detenido a pensar todo el tiempo en sus injustas circunstancias, probablemente se habría vuelto cínico y vengativo. Con una mente llena de planes de escape y de maneras de vengarse, podía no haber sido un buen trabajador.
Con sus ojos espirituales preparados para ver la gloria de Dios, José perseveró en sus grandes pruebas. Al final, tuvo el poder para castigar a sus hermanos por su traición, pero eligió perdonar. Esa decisión probablemente no fue fácil. Sin embargo, porque José se puso bajo la protección de Dios, su corazón estaba libre de resentimiento.
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