Tome la decisión hoy de cultivar un espíritu generoso para el Señor.
Leer | Proverbios 11.24, 25
19 de septiembre de 2015
Cuando era niño, vivía con mi madre en una casa de una sola habitación. Ella ganaba solo lo suficiente para comprar comida, ropa y pagar la renta. Casi todos los sábados, un chico llegaba a nuestra puerta y preguntaba: “¿Tienen algo de comer?” Yo miraba dentro de la nevera y veía quizás un pedazo de fruta o unos pocos huevos, un poco de tocino, pero no mucho más. Sin embargo, mi madre siempre encontraba algo de comida para ese niño.
La generosidad es la actitud de compartir alegremente lo que podamos dar, sin importar nuestra riqueza. La Biblia dice que dar es un atributo de Dios (vea Dt 28.12 y Ef 3.20). Y como parte de su plan de transformación para los creyentes, el Padre celestial desea que seamos generosos.
Una actitud generosa en cuanto a nuestro tiempo y a los bienes materiales comienza por entregarnos a Dios. Cuando aceptamos que Él es dueño de todo, podemos dar de lo poco que tenemos. Sin embargo, la generosidad se cultiva mediante la fe. En vez de hacer cálculos para ver lo poco que podemos apartar para beneficencia, los cristianos debemos dar por fe. Hebreos 13.16 nos dice: “Y de hacer bien y de la ayuda mutua no os olvidéis; porque de tales sacrificios se agrada Dios”. El Señor responde dándonos lo suficiente para cubrir lo que damos, y también para nuestras necesidades (Lc 6.38). Solo dando aprendemos que jamás podremos superar a Dios en generosidad.
Algunos creyentes optan por el egoísmo y la rebeldía, pero Dios aseguró una forma de pobreza —ya sea financiera, emocional o espiritual— a quienes lo hacen. En vez de eso, tome la decisión hoy de cultivar un espíritu generoso para el Señor.
Biblia en un año: Oseas 10-14
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