Las personas pueden engañarse a sí mismas, pero Dios, que ve las malas actitudes y la negligencia, no se complace con las cosas mal hechas.
Leer | Proverbios 6.9-11
13 de octubre de 2015
El libro de Proverbios habla mucho de los perezosos. Los considera unos haraganes que no piensan más allá del día presente (20.4), que se engañan considerándose sabios (26.16), y que van rumbo a la pobreza.
Cuando las personas desarrollan el hábito de la pereza, tienden a dar excusas tales como: “Estaba muy cansado”, “no tuve tiempo” o “no pensé que era necesario”. Evitarán hacer algo que no les guste, aunque sea su responsabilidad, y harán solo lo que les complazca. Lamentablemente, las personas que actúan así tienen problemas para ver con claridad lo que están haciendo mal, y rechazarán cualquier crítica (26.16). Aunque pueden pensar que su egocentrismo pasará desapercibido por los demás, en realidad será evidente para todo el mundo.
Las personas pueden engañarse a sí mismas, pero Dios, que ve las malas actitudes y la negligencia, no se complace con las cosas mal hechas. Él nos ha dado trabajo para hacer, y espera que lo hagamos con esmero. El Señor sabe que las consecuencias de la pereza son serias: en el trabajo serán las críticas, el sometimiento a períodos de prueba, e incluso el despido; en el hogar, las palabras ásperas podrán añadir tensión a la atmósfera a medida que crezca la frustración; y los hijos podrían imitar los indeseables hábitos de trabajo de sus padres.
Si usted es ya un trabajador disciplinado que tiene que interactuar con personas que no lo son, siga agradando al Señor siendo productivo en lo que haga, y enséñeles por medio de su buen ejemplo. Además, pídale que le dé paciencia (Gá 5.22), y sea un reflejo de Cristo para quienes le rodeen.
Biblia en un año: Marcos 1-2
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