La generosidad es un término que solemos asociar con las personas, pero, ¿ha pensado usted alguna vez cuán generoso es el Señor? Primero, Él creó la Tierra y todo lo que hay en ella para la humanidad. Hizo el sol para iluminar y hacer crecer la vegetación. Y además, envía la lluvia para regar la tierra y saciar nuestra sed. El Señor ha dispuesto todo con abundancia para suplir nuestras necesidades físicas.
Esto por sí solo debería hacer que nos asombremos por su amor y cuidado por nosotros, pero su generosidad no termina con las necesidades físicas. También ha provisto para nuestras necesidades espirituales por medio de su Hijo. Como resultado de la muerte de Jesús en la cruz por nuestros pecados, los que creemos en Él hemos sido reconciliados con Dios y recibido un caudal de bendiciones espirituales. Tenemos su Palabra que nos guía, su Espíritu que nos da poder y nos transforma a la imagen de Cristo, y su iglesia para alentarnos y apoyarnos. Pero su generosidad no termina allí.
El Señor también nos ha prometido una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible en los cielos (1 P 1.4). Todo lo que Él ha preparado para nosotros está más allá de nuestra comprensión humana, pero Apocalipsis 21—22 describen el nuevo cielo y la nueva tierra como lugares de abundancia y bendición, no contaminados por el pecado y la muerte.
A la luz de todo lo que el Señor ha provisto y prometido con tanta abundancia, la gratitud debe ser nuestra primera reacción. Además, ya que somos su pueblo, estamos llamados a andar en su Espíritu; y ser generosos. Eso significa atender no solo necesidades físicas, sino también espirituales, anunciando el evangelio y alentando a los hermanos en Cristo.
No comments:
Post a Comment
Note: Only a member of this blog may post a comment.