LA VOZ DE DIOS
Febrero
27
Jehová volvió a llamar a Samuel. Se levantó Samuel, vino adonde estaba Elí
y le dijo: Heme aquí; ¿para qué me has llamado? Hijo mío, yo no he llamado;
vuelve y acuéstate le respondió Elí. Samuel no había conocido aún a Jehová, ni
la palabra de Jehová le había sido revelada. 1 Samuel 3.6–7
Hay dos observaciones interesantes que se desprenden de
este incidente en la vida del joven Samuel. En primer lugar, podemos afirmar
que la voz con la cual Dios le habló al niño era tan parecida a la voz de Elí,
que él llegó a confundirlas. ¡Solamente en las películas Dios habla con acento
de España, y su voz retumba y resuena por los aires! En la vida real, las
maneras en que Dios nos habla son fácilmente confundibles con las voces de
otros, o aun con nuestras propias voces.
En segundo lugar, debemos detenernos un momento en la
frase «Samuel no había conocido aún a Jehová, ni la palabra de Jehová le había
sido revelada». Lo que vemos aquí es la descripción de un novato, una persona
que estaba iniciando el proceso de aprendizaje que eventualmente lo convertiría
en el gran profeta y juez de Israel.
Entender esto es importante. Hay un sentir en el pueblo
de Dios de que la espiritualidad es algo que se hereda, o que se puede adquirir
por la imposición de manos. Muchos creyentes andan de reunión en reunión
buscando ese «toque» especial o esa «unción» que les convertirá automáticamente
en grandes varones o mujeres de Dios. Se han convencido que la grandeza de las
ilustres figuras en la historia del pueblo de Dios tenía que ver con alguna
visitación especial hacia sus personas, o la posesión de algún don
extraordinario que los apartaba de otros seres normales como nosotros.
La verdad es que la vida espiritual es algo que se
cultiva por medio de un proceso disciplinado. Al igual que en el desarrollo del
cuerpo físico, mucho del crecimiento espiritual que ocurre en nuestra vida
depende de elementos que realmente no controlamos. A veces, ni siquiera
entendemos las misteriosas operaciones que resultan en la transformación de
nuestro corazón. Lo que sí es claro, es que hemos sido llamados a caminar en
fidelidad con nuestro Dios y debemos permitir que él nos vaya conduciendo hacia
la madurez.
En este sentido, no hay grandes saltos, ni avances
repentinos. Ocasionalmente experimentamos visitaciones extraordinarias de su
presencia, pero el crecimiento espiritual normal en nuestras vidas es producto
de un proceso lento y pausado. A esto se refería el autor de Hebreos cuando
escribía: «el alimento sólido es para los que han alcanzado madurez, para los
que por el uso tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y
del mal» (Heb 5.14). Tome nota de la frase «por el uso». Otras versiones lo
traducen «por la práctica». Sea cual sea la traducción, todas apuntan a un
proceso de aprendizaje que incluye aun el equivocarse, como lo hizo el joven
Samuel.
Para pensar:
Alguien alguna vez observó:
«Todos quieren ser algo en la vida; pero nadie quiere crecer». ¿Qué pasos está
tomando para entender mejor los misterios de la vida espiritual? ¿Cómo
«practica» para que sus sentidos estén ejercitados para discernir entre el bien
y el mal?
Shaw, C. (2005). Alza tus ojos. San José, Costa Rica,
Centroamérica: Desarrollo Cristiano Internacional.
No comments:
Post a Comment
Note: Only a member of this blog may post a comment.