La redención del hombre ha sido siempre lo más importante para Dios.
Leer | 2 Corintios 5.20, 21
29 de octubre de 2014
La redención del hombre ha sido siempre lo más importante para Dios. Pero, por causa de nuestro pecado, la justicia divina tenía que ser satisfecha; es decir, el castigo por el pecado tenía que ser pagado. Además, había que extender el perdón a toda persona culpable de haber pecado contra el Señor. La solución era costosa: Para redimir a la humanidad, el Padre sacrificó a su único Hijo, quien murió en nuestro lugar. Toda persona que cree en la obra redentora de Jesucristo, ha recibido bendiciones incalculables. Ha sido reconciliada con el Señor, hecha parte de su familia, y recibido la vida eterna.
Dios ha dado a los creyentes la responsabilidad de anunciar la buena noticia de salvación a todo el mundo, y de hacer discípulos a todas las naciones (Mt 28.19). Cuando Él abre las puertas de servicio para nosotros, podemos atravesarlas con confianza. Tenemos su Espíritu que mora en nosotros, para fortalecernos, guiarnos y equiparnos. Seremos capaces de realizar nuestra tarea gracias a su grandioso poder (Ro 8.11; Ef 3.16).
Por tanto, ¿por qué somos renuentes a hacer lo que Dios nos pide? Muchas veces, porque nuestra perspectiva es miope: Tal vez no podemos imaginar cómo añadir una tarea más a nuestra agenda, o permitimos que la inseguridad por las críticas, el fracaso, o las finanzas, gobiernen nuestras decisiones. Pero ninguna de estas cosas es un obstáculo para el Señor.
Dios está esperando que sus hijos acepten el supremo llamado de servirle como embajadores de Jesucristo. ¿Cuál será su respuesta?
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