La culpa por algo que viola la conciencia es un sentimiento normal. Sin embargo, vivir bajo una nube de remordimiento sin una razón clara no lo es. El Señor creó los sentimientos de culpabilidad y remordimiento para que sirvieran como recordatorios de que hemos hecho algo malo, y que necesitamos arrepentirnos. Pero Satanás usa tales sentimientos para tener cautivas a las personas, pues quienes viven con un sentimiento de culpa no están seguras del amor de Dios.
La culpa buena —la herramienta efectiva del Señor para impulsar al arrepentimiento— es un regalo que nos ayuda a encontrar la senda correcta. Pero el diablo estimula la culpa falsa, que implica hacernos responsables por cosas que están fuera de nuestro control, y sufrir autocondenación por no ser capaces de cambiar las consecuencias. Este tipo de culpa es también un problema generalizado de quienes están en iglesias legalistas o que tienen ciertos estilos de vida; ciertas actitudes o pensamientos son considerados pecaminosos, y entonces las personas se sienten avergonzadas por hacer o pensar en esas cosas.
La autocondenación le impide a las personas el desarrollo de una relación con Cristo. Atrapadas por la culpa, temen ser rechazadas. La confianza en sí mismas es casi imposible, porque están esperando que la condenación de Dios caiga sobre ellas.
El Señor no vino para acusarnos o condenarnos. Cristo regeneró nuestra alma y nos hizo justos delante de Dios, y por eso nuestra culpa ha sido quitada. Si nuestro Salvador perdonó a la mujer sorprendida en adulterio, piense en cuán dispuesto está Él a quitar nuestro sentimiento de culpa (Jn 8.11).
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