¿Qué haría falta para que usted se considerara rico? ¿Una buena cuenta bancaria? ¿Un automóvil de lujo en el garaje? ¿La libertad para comprar todo lo que desee?
Puede que usted no responda afirmativamente a las preguntas anteriores, pero ¿es esa su definición de riqueza? Lamentablemente, la norma del mundo en cuanto a las riquezas —que es tener muchas cosas— ha atrapado a muchos creyentes.
Esto sucede con ricos y pobres. Para los ricos, la tentación es ver al dinero como la característica definitoria de sus vidas; para los pobres, el dinero llega a ser lo más importante para tener comodidades y sentirse satisfechos. Es que la codicia no hace acepción de personas. Ataca a ricos y a pobres por igual.
Lo que muchos creyentes no se dan cuenta es que en Jesucristo todos somos ricos. Claro, es posible que usted tenga que pagar una hipoteca o un alquiler cada mes, pagar las cuotas de un automóvil, y también las tarjetas de crédito; sin embargo, si usted ha puesto su fe en Jesucristo, puede reconocer libremente que el Dios todopoderoso ya ha derramado sus ricas bendiciones sobre usted. ¡Aleluya!
Efesios 1.3 dice que Dios nos bendijo con toda bendición espiritual. ¿Nota usted el tiempo verbal allí? Se utiliza el tiempo pasado —“bendijo”—, lo que significa que eso ya sucedió. Además, no da solo un poquito aquí y allá; por el contrario, derrama abundantemente sus bendiciones sobre nosotros.
Mire más allá de sus finanzas, y haga una lista de las bendiciones en su vida. Mañana echaremos un vistazo más de cerca a algunos de los regalos más preciosos de Dios.
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