Muchas emociones negativas acompañan las dificultades: frustración, desesperación, temores y dudas. Las personas dominadas por esos sentimientos suelen tomar malas decisiones. Es por eso que recomiendo que elijamos enfrentar los momentos de dificultad de la misma manera que lo hizo el pueblo de Israel: con alabanza. Aun en las horas más oscuras, adorar a Dios llena de gozo el corazón, y de paz la mente. Un creyente lleno de esa manera puede mantener su promesa de obedecer al Señor, pase lo que pase.
Adorar al Señor ensancha nuestra visión. Al hacerlo, comenzamos a ver su actividad en el mundo de maneras nuevas. Más concretamente, vemos lo que Dios está haciendo en nuestra situación, y notamos las áreas donde Él exige nuestra obediencia. Nuestra tendencia humana es buscar siempre la solución más fácil, pero al conformarnos con ello dejamos de crecer espiritualmente; además, de perder bendiciones por no seguir el plan del Señor.
Hacer una pausa para alabar al Señor puede apartar nuestra mente del camino fácil, y dirigirnos al camino correcto; es decir, al camino de la voluntad de Dios. Dar un paso adelante por fe puede ser aterrador, pero los creyentes podemos arriesgar confiadamente nuestro futuro a la fidelidad del Señor. ¡Él nunca ha defraudado a nadie!
Es difícil desesperarnos mientras alabamos al Señor por su amor y su poder. Podemos disipar las dudas recordando su fidelidad en el pasado y aliviar nuestra frustración encomendando en sus manos nuestros planes para el futuro. La alabanza no es la reacción obvia a las dificultades, sino la respuesta más acertada.
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