El Señor nos creó para vivir apasionadamente para Él. De ese modo, disfrutamos de las bendiciones de una relación personal con Dios. Pero hay otros beneficios, también. Así como el calor y la hermosura de una llama atraen a las personas a la chimenea, Dios utiliza también nuestra pasión por Él para atraer a otros.
Por tanto, no solo por nuestro propio bien, sino también por el bien de los demás, debemos tener cuidado de no dejar que nuestro fervor a Dios se debilite. Felizmente, el Espíritu Santo nos inquieta cuando comenzamos a dirigirnos en la dirección equivocada. Si usted siente que este es su caso, puede dar varios pasos para volverse hacia Él.
Primero, evalúe su condición espiritual; pregúntele a Dios si su fuego se ha reducido. Segundo, reconozca cualquier distancia que se haya permitido poner entre usted y el Padre celestial, y arrepiéntase. Tercero, enfoque su atención en Jesús; medite en la forma que Él enseña a sus seguidores a vivir. Consagre tiempo regular a la Biblia y pídale al Señor que le hable por medio de su Palabra. Ore utilizando palabras sencillas, clamando a Él con fervor y buscando el rostro del Señor. Cuarto, confíe en que el Espíritu Santo le guiará a tener otra vez una relación estrecha con el Padre celestial. Por último, ame y sirva a Dios adorándole y alcanzando a los demás.
¿Qué es lo que ocupa su tiempo y su atención? ¿Tienden sus pensamientos y su conversación a girar en torno a temas mundanos o a las cosas de Dios? Si su fuego por Cristo se ha reducido, tome las medidas necesarias para renovar su pasión. Vivir en estrecha relación con Él, bien vale cualquier esfuerzo y disciplina.
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