Colosenses 1.11-12
Uno de los discípulos vio a Jesús orando, y le dijo: “Señor, enséñanos a orar” (Lc 11.1). Si alguien tan cercano a Cristo necesitaba aprender a orar, sin duda nosotros también lo necesitamos. Felizmente, en la Biblia hay muchos ejemplos que podemos seguir; entre ellos, el pasaje que leímos ayer.
Las peticiones que hacía Pablo en el primer siglo por los colosenses siguen siendo válidas hoy. Una de ellas era que las personas conocieran a Dios (Lc 11.10). Es decir, quería que crecieran en el Señor, que no se estancaran en su fe. Esta transformación se produce por el estudio de la Palabra, la práctica de los principios bíblicos, y cuando observamos las consecuencias de la desobediencia al Señor.
Otro ruego era que experimentaran el poder de Dios (Lc 11.11). El apóstol quería que tuvieran el poder sobrenatural del Señor y la fortaleza que necesitaban para cumplir su voluntad. Lo imposible para el hombre se vuelve posible cuando el creyente confía en Dios. De manera que así Él recibe la gloria.
Por último, Pablo pedía que dieran gracias con gozo (Lc 11.11,12). Esto indica la esperanza que tenía de que mostraran la actitud adecuada, al expresar gratitud aun durante las situaciones difíciles.
En la iglesia se escucha con frecuencia a personas pidiendo que oren por ellas. Muchos creyentes hacen una lista de oración para no olvidar interceder por ciertas personas durante la semana. Si usamos el ejemplo de Pablo, podremos tener la confianza de que estaremos orando por quienes están en nuestra lista, de una manera agradable al Señor y conforme a su voluntad.
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