1 Samuel 17.12-51
El ejército filisteo estaba listo para la batalla. David, apenas un muchacho, había viajado desde su casa hasta el frente de batalla para saber de sus hermanos y llevarles comida. Allí escuchó las amenazas del famoso Goliat contra Israel. El joven israelita se indignó: ¿Quién era este gigante para desafiar el ejército del Señor?
David sintió la dirección de Dios y obedeció. Entonces se produjo un enfrentamiento entre un gigante y un muchacho. Pero debido a que el Dios todopoderoso estuvo del lado del joven, Goliat y todo el ejército filisteo fueron derrotados.
Esta es una historia sorprendente; rara vez oímos de milagros como éste. Pero nosotros, al igual que David, podemos vivir victoriosamente, incluso en medio de circunstancias aterradoras. Primero, tenemos que entender al éxito desde la perspectiva del Señor: las metas deben alinearse con la Biblia; luego el Padre celestial nos dirige, y seguimos adelante con confianza.
Segundo, como David, se debe tener una idea clara de lo que se quiere lograr. Las metas deben ser lo suficientemente claras para ponerlas por escrito en una o dos frases. Por ejemplo, la meta de David era liberar al pueblo de Dios de sus enemigos. Nuestras metas pueden ser grandes y para toda la vida, como ser ejemplos de dependencia del Señor para nuestros hijos. Otras metas, como dedicarle una noche a la familia cada semana, son más fáciles de lograr.
Ya se trate de un problema como el de David, o de una tarea más fácil, usted debe tener una vida con propósito. Pida dirección y propósito al Señor al poner por escrito sus metas, ya sean grandes o pequeñas. El mismo Dios que condujo a David a la victoria, desea dársela a usted también hoy.
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