Desarrollar una vida de oración vigorosa exige esfuerzo y dedicación, pero las recompensas son grandes.
Leer | Santiago 1.5-8
23 de julio de 2015
En el libro de Salmos están registradas algunas de las oraciones del rey David. Allí leemos cómo alababa al Señor, cómo confesaba su pecado, y cómo clamaba por sus dificultades. También pedía a Dios que escuchara sus oraciones, y que no guardara silencio (Sal 28.1).
Todos queremos orar efectivamente como David. Para hacerlo, debemos evitar ciertos obstáculos, tales como:
Fe vacilante. Las dudas en cuanto al carácter de Dios o a nuestra dependencia de Él reducen nuestra confianza en el Señor.
Motivación equivocada (Stg 4.3). Los deseos egoístas no reciben ninguna respuesta positiva. Debemos pedir que se haga su voluntad, no la nuestra.
Conflictos en las relaciones. Estar resentidos o enfrentados con los demás afectará la comunicación con el Padre celestial.
Falta de generosidad (Pr 21.13). A Dios le desagrada que no nos preocupen las necesidades de las personas, o que demos de mala gana a la iglesia. Él nos oye pidiendo bendiciones, pero nos ve negándonos a ser generosos (1 Ti 6.17-19).
Indiferencia (Pr 28.9). La apatía hacia la Palabra de Dios es otro obstáculo. Él nos ha dado la Biblia para que podamos conocerle y servirle. No leerla y ni aplicarla, reducirá nuestra capacidad de vivir como le agrada a Dios.
Desarrollar una vida de oración vigorosa exige esfuerzo y dedicación, pero las recompensas son grandes. Si sus oraciones no han sido respondidas, piense en cuáles de los problemas mencionados anteriormente, si los hay, necesitan ser corregidos. Luego, comience a personalizar las oraciones que lea en Salmos o en otras partes de la Palabra de Dios.
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